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martes, 23 de octubre de 2018

SUEDE - "The Blue Hour" (Warner Music, 2018)


SUEDE están gozando de una segunda juventud después del parón compositivo que les durara cerca de once años (2002-2013). Sus nuevos álbumes Bloodsports (2013), Night Toughts (2016) y el que cierra con broche de oro la trilogía, The Blue Hour (Warner Music, 2018), así lo certifican.

Estamos ante un trabajo inquietante, contestatario, oscuro en el talante y deslumbrante en su desarrollo. Brett Anderson se pone en la piel de un niño, inspirándose en su propio hijo, a la hora de tejer un aparente hilo argumental en medio de la distópica realidad que le rodea. El resultado, una obra monumental, con fuerte carga sinfónica, acentuada si cabe con la presencia en su metraje de la Orquesta Filarmónica de Praga

The Blue Hour necesita una escucha pausada, relajada, un espacio íntimo para el desconecte. Desde su inicio con la lúgubre neoclásica "As One" y  unos coros que, tanto te abruman, como te hielan la sangre, dando paso a uno de los cortes más identificables como marca de la casa, el medio tiempo "Wastelands". La dulzura de "Mistress" se fusiona con la majestuosa "Beyond the Outskirts", una de las cumbres emotivas del trabajo y me atrevería a decir de la carrera de SUEDE.

En The Blue Hour nos topamos con tres interludios; el primero, el menos convencional como tal, "Chalk Circles", con esos coros marciales, robustas guitarras y la voz de Brett como punto de encuentro. Más adelante, la inquietante "Roadkill", con exótico giro arabesco incluido; y "Dead Bird", escueta conversación entre padre e hijo mientras el primero entierra un pájaro, quizás el mismo pájaro muerto que sirviera meses atrás como imagen anunciación del álbum.


Una de las dos excepciones del conjunto que imaginas brincándolas en un concierto sería "Cold Hands", demostrando que el quinteto británico tiene reservas de energía y empuje para rato. Pero es un espejismo, enseguida aparece "Life is Golden" (videoclip al final del post) y con ella vuelve la sensación de conmoción y de odisea, maravillosa.

La intensa in crescendo "Tides", con esos envolventes arpegios guitarreros y la majestuosa interpretación vocal de Brett; "Don't Be Afraid if Nobody Loves You" que, dentro de su melodramatismo, también se deslumbra como poderosa en directo.

"All the Wild Places", la más puramente orquestal, con violines revoloteando bajo el influjo de ecos fantasmales, contiene erice de vello garantizado. La sección de cuerda abre la puerta a "The Invisibles", otro de los baladones de The Blue Hour, hemos entrado en la recta final del trabajo y el nivel de emotividad va rozando niveles de récord, el infalible falsete de Brett hace el resto.

No se vayan amigos, aún hay más. "Flytipping" es el mejor cierre posible, casi siete minutos arrolladores, con un desarrollo donde la delicadeza da paso a la épica. La puntilla, por si hiciera falta,  para justificar que este trabajo alcance el calificativo de glorioso.

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