Tras la publicación en solitario de los tibios The Eraser (2006), Tomorrow’s Modern Boxes (2014) y la reciente B.S.O. para le peli Suspiria (2018), THOM YORKE lanza Anima (XL Recordings, 19). Con la colaboración del productor Nigel Godrich, el álbum se erige majestuoso como la obra cumbre de su carrera en solitario. Un trabajo tan depresivo, oscuro e inquietante como cautivador, hiptónico y adictivo.
Como siempre el líder de RADIOHEAD se ha envuelto del aire de misterio e innovación que le viene intrínseco de fábrica. Para el anuncio de su presente disco se sirvió de una campaña publicitaria a través de la empresa ficticia Anima Technologies y un número de teléfono que respondía con el comunicado de un boicot a la misma por parte de las autoridades pertinentes.
El "Anima" según el psicoanalista suizo Carl Gustav Jung es, sintetizando, algo así como el aspecto femenino interno del hombre. No acabamos de pillarle la conexión con el concepto del álbum, al menos de primeras, más bien lo relacionaríamos estrechamente con el término en catalán "Ànima", "Alma" en castellano. Porque de "Alma" este trabajo viene sobrado, con una lírica pesimista bordeando lo apocalíptico, vestida de electrónica minimalista; dominando las texturas ambient, drum'n'bass y trance.
THOM YORKE donde en sus anteriores trabajos se dispersaba entre loops interminables y machacones esta vez aprovecha el transcurso de cada corte hasta su último aliento, sorprendiendo, transformando y enriqueciendo la escucha.
Desde el arranque con el arrebatador y bailable "Traffic", vemos que tenemos algo grande entre manos. Envolventes cajas de ritmos emulando ritmos marciales, fusionándose con otros de naturaleza más orgánica, incluso sensual, pura magia. Con "Last I Heard (... He was circling the Drain)" sigue hipnotizando al personal con un loop armonioso de base copado por densas tramas y el falsete omnipresente del británico, junto a unos místicos sintes a modo de guinda.
Bueno, bueno, llega "Twist" y con ella la vuelta de sensaciones abocadas al baile o al menos al meneito involuntario de algún que otro músculo de tu cuerpo, no podrás resistirte. Siete minutos con una primera mitad de drum'n'bass narcótico derivando inesperadamente a terrenos ambient, consiguiendo que levites del gusto.
"Dawn Chorus" es la emotividad al cuadrado. Solo cuatro acordes de sintes, suficiente para engendrar una atmósfera tan minimalista como brutalmente bella. Después de tanta emoción llega la canción más disonante del conjunto "I Am a Very Rude Person", con un groove sutilmente funk que nos sirve para rebajar los niveles reinantes de intensidad y sensibilidad.