Parc (Hidden track Records, 2021) cierra, o no, ya veremos por qué derroteros va el siguiente trabajo de FERRAN PALAU, la trilogía que parece haber confeccionado junto a sus anteriores referencias Blanc (Halley Records, 18) y Kevin (Hidden Track Records, 19). Digo esto porque tanto a nivel musical como de concepto, e incluso de imagen, son trabajos con evidentes puntos en común. Cada vez más lejos estilísticamente se avistan sus dos primeros álbumes en relación a la propuesta actual .
El combo familiar formado por Ferran y Jordi Matas, productor y primo del artista, parecen haber anclado su sonido en una coqueta amalgama de R&B y neo-soul con permiso para el destello ocasional de flashes hip o triphoperos. Siempre con desarrollos a bajas revoluciones, como viendo el mundo en cámara lenta, su disfrute gradual se manifiesta más placentero.
Como contraste a la naturaleza de su propuesta sosegada tenemos la vorágine compositiva en la que Ferran vive instalado durante los últimos tiempos. Sale prácticamente a disco por año, lo que no quita ni un ápice de frescura ni exquisitez al producto final. El músico padece una enfermedad llamada otoesclerosis y su audición tiene fecha de caducidad y es imprevisible. Esto hace que tenga cierta prisa en grabar discos y tocar mucho en directo. El momento de la sordera total no se sabe cuando puede llegar, es imprevisible, puede ser cuestión de días o décadas. Esa incertidumbre le empuja a ser tan creativo y prolífico.
La temática de sus discos siguen teniendo al amor como gran protagonista, aunque en gran parte de cortes sólo se intuya ya que, en esencia, sus letras son crípticas. Va arrojando frases al aire, con ello construye la canción y es una vez lanzada cuando el receptor la recoge haciéndola suya con el significado que mejor se adapte a lo que le transmita. Algo así como un lienzo sonoro sobre el que pintar las emociones propias de cada oyente.
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Foto de Itsaso Arizkuren |
A partir de que han ido avanzando sus lanzamientos se han ido desprendiendo capas, tanto a nivel de instrumentación como de lírica, desnudando su propuesta, llevándola al límite de la concreción. Perseguir irradiar lo máximo posible a partir de la fuerza descomunal de las pequeñas cosas, con un desenlace que no puede ser más eficiente.
Cada nueva referencia de FERRAN PALAU lleva consigo una puesta en escena a través del arte del disco, videoclips y merchandising, con temática conceptual que se pretende encajar con el contenido del álbum en si. El símbolo de Parc son unos globos y el motivo el cine de terror facturado en los años 80, chocando frontalmente con la refinada delicadeza que irradia. Una sorpresa a la que ya nos tiene acostumbrados el artista, tan dado a condimentar sus platos sonoros gourmet con salsa "agridulce".
Parc arranca con "Reflexe", el que fuera avance del álbum con videoclip realizado por Òrbita y dirigido por Carles Pons (lo encontrarás al final de este artículo). En el reflejo, nunca mejor dicho en este caso, visual del corte se empieza a mostrar con fuerza la tesis/envoltorio de la obra completa. Un bosque, gente huyendo, un monstruo horrendo o al menos es lo que se intuye y el aparente triunfo del amor. Todo vistiendo un corte evocador hasta el extremo, con unas lánguidas guitarras, primero la acústica, luego rematando una tierna eléctrica. Esa batería quebradiza de fondo y una pareja de sintes determinantes, unos centelleantes otros señoriales. La guinda la ponen esos "uhs" vocales contenidos que van manifestándose y que seguirán haciéndolo en varios lances del disco.
"Lluny" es tan luminosa rítmicamente como afligida en su letra, el trabajo de la guitarra eléctrica sigue siendo definitivo con unos suculentos arpegios. En esta ocasión la base rítmica resulta más cadenciosa contribuyendo decisivamente a lo radiante que se propaga.
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Foto de Silvia Poch |
Con "Perdó" recuperamos la flojera armónica marca de la casa a través de un sensual R&B de alto copete. Un trio muy jazzístico formado por batería, bajo y teclados, trabajando como máquina bien engrasada lista para diseminar sugestión a mansalva.
"Amor" es esa vuelta de tuerca que siempre nos tienen preparados el binomio Ferran Palau/Jordi Matas en cada uno de sus trabajos, con ese filtro autotune con el que te podrías colar sin problema en la Aldea Pitufa. Cuentan en una reciente entrevista que fue la última canción compuesta del disco. Ferran se percató de que lo grabado no duraba lo suficiente para un álbum y le dijo a Jordi que en 24 horas tenían que sacar como fuera una canción más. Cumpliendo con lo que "de la necesidad se hace virtud" se sacaron de la manga el grabarla con ese plugin tan arriesgado y a la postre acertado. La letra, a modo lista de compra sentimental, también surge de la urgencia del momento.
Justo en el ecuador de Parc nos encontramos su joya más preciada, la gloriosa "Més Enllà". Nos sirve en bandeja la explicación a aquello de que el equipo Palau no busca la épica a la hora de componer, sino que dejan que sea ella misma, por si sola, la que emerja si le apetece. Aquí fluye de forma natural, sutil pero a la vez aplastante. Sólo voz y sintes, pero qué sintes, unos de monumentales muy ochenteros, al modo banda sonora de Stranger Things. Los susurros de fondo son el compañero ideal de esta fiesta para los sentidos.