Los THE CURE no pudieron elegir mejor día para la publicación de su nuevo álbum Songs Of A Lost World (2024) que el 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos. En la jornada en la que rendimos homenaje a los que ya no se encuentran entre nosotros Robert Smith y los suyos salen de su tumba de larga sequía discográfica, desde aquel lejano y descafeinado 4:13 Dream de 2008. Lo hacen con un álbum glorioso, digno de un deseado aunque no demasiado evidente regreso, teniendo en cuenta cuánto se dilataba la espera.
THE CURE ya nos habían hechizado sobradamente con sus melodías descarnadas, preciosistas o sobradas de pegada, durante cuarenta y cinco años de venerada carrera. Tras dieciséis primaveras de mutismo productivo ya no sabíamos el estado en que se encontraría una maquinaria compositiva quizás algo oxidada, ni que sea por el implacable paso del tiempo. Debemos recordar que Robert Smith tiene 65 años, todos nos vamos haciendo mayores y eso, quieras o no, puede pasar factura.
Pues va y resulta que todavía quedaba inspiración de sobras. En Songs Of A Lost World el británico se quita el polvo acumulado y nos conecta a cara descubierta con el sentimiento de pérdida (en los últimos años sufrió las de sus padres y su hermano) y la soledad compinchada con el inexorable paso del tiempo, aquel que nos acerca al final del trayecto vital mientras te vas marchitando con más o menos dignidad. Un lienzo en blanco donde se pinta un cuadro que hiere y cicatriza a la vez.
Olvídate de los THE CURE que manufacturaban píldoras pop de efecto inmediato en los 80 y 90's. Aquí vuelven desde la madurez a la oscuridad extrema de sus inicios con unas atmósferas brumosas que brotan por entre canciones densas y prolongadas.
Songs Of A Lost World contiene un ejercicio de simetría conceptual que arranca con "Alone" y una desgarradora letra que dispara tal que así: <<This is the end of every song that we sing / Este es el final de cada canción que cantamos>>. Luego se cierra el disco y ese bucle sensorial con "Endsong" sentenciando: <<It won't be long It's all gone. Left alone with nothing at the end of every song. Left alone with nothing, nothing / No me queda mucho tiempo, todo ha desaparecido. Me he quedado solo sin nada al final de cada canción>>.
El corte inicial con su ritmo tétrico y abatido resulta un puñetazo de melancolía premium. Los teclados de Roger O’Donnell muy protagonistas entablando con el bajo de Simon Gallup un diálogo de belleza hiriente mientras la batería de Jason Cooper le acaba de inyectar solemnidad a un corte inmenso.
Con "And Nothing Is Forever" y estos sintes celestiales simulando cuerdas sinfónicas poniéndote la piel de gallina desde el minuto 0, entramos en fase de aceptación: <<And I know, I know. My world has grown old but it really doesn't matter if you say we'll be together. If you promise you'll be with me in the end. Promise you'll be with me in the end / Y lo sé, lo sé, mi mundo se ha hecho viejo pero realmente no importa si dices que estaremos juntos. Si prometes que al final estarás conmigo. Promete que al final estarás conmigo>>. Su conmovedora delicadeza traspasa desde el corazón hasta el lagrimal.
En "A Fragile Thing" Simon Gallup se siente poderoso armado con su monumental línea de bajo. Después entrará majestuosa la guitarra eléctrica mientras la hipnótica base, con estas notas al aire de teclado, hará de las suyas durante el devenir de la canción. ¡Brutalísima! La de digestión más rápida del conjunto aunque esté a años luz de un hit pop. Levitando sobre las cenizas de un corazón roto.
Llegado este punto me gustaría poner en valor la entrada en la formación en los últimos tiempos de Reeves Gabrels. El estratosférico guitarrista, que fuera habitual colaborador de David Bowie, ha aportado sensiblemente a la banda su personal forma de tocar las seis cuerdas en los directos y ahora también en canciones como "Warsong", con una afilada distorsión añadiendo angustia a otro desarmante tema.
"Drone:Nodrone" sorprende por su vigorosidad no exenta de inquietante lírica. El tándem que forman el riff del Sr. Gallup y el desmelene en la guitarra de Mr. Gabrels es de traca.
Robert Smith lamenta la muerte reciente de su hermano Richard en "I Can Never Say Goodbye" y unas balsámicas notas al piano cimentando una canción que corta la respiración.